A quienes más afecta la pobreza es a los niños y niñas. Aunque la
privación grave de bienes y servicios perjudica a todos los seres
humanos, resulta más amenazante para los derechos de la infancia: a la
supervivencia, la salud y la nutrición, la educación, la participación y
la protección contra el peligro y la explotación. Establece un entorno
que perjudica el desarrollo infantil de muchas maneras: mental, física,
emocional y espiritual.
Más de 1000 millones de niños y niñas sufren una grave carencia de
por lo menos uno de los bienes y servicios necesarios para sobrevivir,
crecer y desarrollarse. En algunas regiones del mundo la situación es
peor que en otras, pero incluso dentro de un mismo país puede haber
amplias disparidades: entre la población infantil de las ciudades y los
medios rurales, por ejemplo, o entre los niños y las niñas. Un influjo
turístico en una zona puede mejorar las estadísticas generales sobre la
pobreza de un país, mientras la mayoría sigue siendo pobre y
desprotegida.
Cada una de las privaciones incide en el efecto que tienen las otras.
Por ello, cuando coinciden dos o más, las repercusiones para los niños y
niñas pueden ser catastróficas. Por ejemplo, las mujeres que deben
caminar largas distancias a fin de conseguir el agua necesaria para el
hogar no suelen poder prestar asistencia plena a sus hijos, lo que
podría afectar su salud y su desarrollo. Y los propios niños y niñas que
deben caminar largas distancias para obtener agua tienen menos tiempo
para acudir a la escuela, un problema que afecta especialmente a las
niñas. Los niños y niñas que no están inmunizados o que se encuentran
desnutridos son mucho más susceptibles de contraer enfermedades que se
propagan a través de las malas condiciones de saneamiento. La pobreza
agrava los efectos del VIH/SIDA y de los conflictos armados, recrudece
las disparidades sociales, económicas y entre los géneros y socava los
entornos protectores de las familias.
La pobreza contribuye a la desnutrición, que a su vez es un factor
importante en más de la mitad de las muertes de menores de cinco años en
los países en desarrollo. Alrededor de 300 millones de niños y niñas se
van hambrientos a la cama de todos los días. De esta cifra, solamente
un 8% son víctimas del hambre o de otras situaciones de emergencia. Más
de un 90% sufren desnutrición a largo plazo y carencia de
micronutrientes.
UNICEF responde mediante:
Fomento de las capacidades nacionales para brindar atención primaria
de la salud. Alrededor de 270 millones de niños y niñas, algo más del
14% de toda la población infantil en los países en desarrollo, carecen
de acceso a los servicios de atención de la salud. Pero mejorar la salud
de la infancia es solamente una de las muchas responsabilidades que
existen en la lucha contra la pobreza. Un niño sano se convierte en un
adulto sano: personas que mejoran sus propias vidas, sus comunidades y
sus países. Todas las labores en esta esfera contribuyen también a
avanzar el Objetivo 4, mejorar las tasas de supervivencia infantil.
Ayudar a los niños y niñas del mundo a sobrevivir y prosperar es una
de las actividades básicas de UNICEF, y la inmunización es muy
importante para ello. UNICEF, que es uno de los principales compradores
de vacunas del mundo, adquiere y ayuda a distribuir vacunas a más de un
40% de los niños y niñas en los países en desarrollo. Los programas de
inmunización incluyen asimismo otras iniciativas eficaces con respecto a
los costos en materia de salud, como la administración de suplementos
de micronutrientes para luchar contra la desnutrición y los mosquiteros
tratados con insecticidas para combatir el paludismo.
Junto a los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales a nivel
nacional y de la comunidad, UNICEF trabaja para fortalecer los sistemas
locales de salud y mejorar el cuidado del niño en el hogar, algo que
incluye la rehidratación oral para salvar las vidas de los recién
nacidos con graves casos de diarrea, y promover y proteger el
amamantamiento.
Escolarizar a las niñas. Alrededor de un 13% de los niños y niñas de 7
a 18 años en los países en desarrollo no han acudido nunca a una
escuela. Esta tasa es de un 32% entre las niñas de África subsahariana
(27% para los niños) y de un 33% entre los niños y niñas que viven en
las zonas rurales de Oriente Medio y África del Norte. Sin embargo, la
educación es tal vez la barrera más firme contra la pobreza,
especialmente para las niñas. Las niñas que han recibido una educación
tienen más posibilidades de casarse más tarde y tener hijos más sanos.
Son más productivas en el hogar y reciben mejores salarios en el lugar
de trabajo, son más capaces de protegerse contra el VIH/SIDA y de
participar en la toma de decisiones a todos los niveles. Además, esta
actividad de UNICEF permite avanzar los Objetivos 2 y 3: la educación
primaria universal y la igualdad entre los géneros.
A este fin, UNICEF trabaja en 158 países, y exhorta a los organismos
encargados del desarrollo, los gobiernos, los donantes y las comunidades
a incrementar sus esfuerzos en pro de la educación de todos los niños y
niñas, y posteriormente se encarga de coordinar estos esfuerzos. Los
programas difieren de un país a otro según las necesidades y las
culturas, pero pueden incluir asistencia en la financiación, logística,
tecnología de la información, agua y saneamiento en la escuela, y
programas de estudios favorables para la infancia y sensibles a la
diferencia de género.
https://www.unicef.es/
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